lunes, 30 de diciembre de 2013

Piensa Él, siente ella

Había quedado contigo en una cafetería enfrente de un teatro. Te ordené que llevaras zapatos de tacón negros , un vestido escotado por delante y por detrás, y sin ropa interior… Imagino, que ya estarás esperándome.

Obediente. Expectante.

Me gusta pensar en tí, avergonzada  al saberte observada por los parroquianos masculinos.

Sentada en una mesa, sintiéndome observada y admirada. Paso de un estado de excitación absoluto a la más profunda sensación de ridículo. Las mujeres me miran con envidia y los hombres con deseo, y no sé cuáles de esas miradas me hacen sentir más entregada a la voluntad de mi Dueño.

Se retrasa, pasan 5 minutos de la hora acordada… no será capaz de dejarme aquí sola mucho tiempo, pienso. Las miradas empiezan a volverse lascivas.

Me acerco a la puerta y me quedo unos minutos observándote desde fuera... también me hago una idea de las conversaciones que se mantienen sobre tí. Aprovechando que bajas la mirada, entro y me sitúo en una esquina de la barra, tapado de tu vista por tres hombres, que te miran y comentan.

Mi incomodidad es más que patente. Miro fijamente al suelo, sin atreverme a hacer frente a los ojos que atentamente me observan desnudándome lujuriosos. Tan absorta estoy que no me doy cuenta de su entrada en el local. 

Escucho lo que te haría cada uno... y viendo que empiezas a perder tu seguridad, me acerco sonriendo hacia tí.

Empiezo a temblar, estoy realmente asustada, necesito que llegue ya y sentir su protección… cuando de repente veo su sonrisa y el resto del mundo desaparece. Quiero lanzarme a sus brazos, que me acoja en ellos, que me esconda, pero sé que no puedo hacerlo. No es eso lo que espera de mí y no quiero defraudarle.

Sin dudar, apoyo mi mano en una de las tuyas, la oprimo para darle fuerza, e inclinándome te doy un dulce beso en la mejilla .

Consigo mantenerme en mi sitio, digna y orgullosa, como a él le gusta verme y recibo un beso en la mejilla como premio. 

Separándome de ella, dejo casi como por descuido un paquete de regalo junto a su mano, y me siento enfrente.

Observo con sorpresa como deja un pequeño paquete envuelto junto a mi mano, le miro a sus ojos y están sonriendo. Se sienta ante mí, con esa mirada burlona que tan nerviosa me pone.


Ábrelo, le ordeno.


Me ordena que lo abra con parsimonia, lentamente, prolongando el momento, deshago el lazo aparto el papel y veo una pequeña cajita.

Observo su cara al ver un collar en el que los eslabones son esposas diminutas, y una placa con su nombre de perra, por detrás el de su Amo y la fecha de toma de posesión.

Me estremezco al ver un precioso collar hecho con eslabones formados por esposas. Las esposas, nuestro talismán, el emblema de nuestro primer encuentro. En él luce brillante el nombre que me puso y el suyo en la parte posterior. Le miro interrogante esperando que me indique si debo ponérmelo.

Sonriendo le ordeno, póntelo perra.... y veo su turbación, disfrutando con ello.

Y sus ojos me devuelven una respuesta afirmativa a la vez que su voz me ordena hacerlo. mi alrededor. La gente sigue observándonos, aunque ahora de manera más disimulada. No puedo ponerme ese collar en público, es un collar de perra. Le miro suplicante pero su gesto es inflexible. 

Pero sé que lo hará sé que desea hacerlo , sólo tiene que descubrirlo.

Mi coño se humedece más y más por momentos. Es una prueba de entrega, lo sé tengo que hacerlo, deseo hacerlo. Quiero darle ese regalo. Mis dedos temblorosos lo colocan en mi cuello, con la barbilla alzada retadora mirándole a los ojos y diciéndole así lo suya que soy y me siento. 

Veo como temblándole las manos se lo coloca alrededor del cuello. Su color ha cambiado es nuevamente el suyo... Una vez hecho se siente orgullosa de su fuerza. Le sonrío, se lo agradezco con la mirada y tras pagar la cuenta, le indico que nos vamos. 

Sonrío, me siento feliz, tanto que necesito gritarlo, acabo riendo a carcajadas orgullosa de El por lo que sabe sacar y de mí por atreverme a sacarlo. 

Ella se pone de pie, su altura natural es aumentada por los tacones. Parece una diosa romana. Los hombres no pueden dejar de manifestar con los ojos su deseo, las mujeres su envidia. Me siento orgulloso, y salimos del local.

Anastasia ©
12.10.2007

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