sábado, 4 de enero de 2014

Una Navidad distinta



Eran épocas navideñas y estaban a punto de salir a ver un belén viviente. Ella no tenía ganas de ir, prefería quedarse arrebujadita en una manta, sentada junto a la chimenea leyendo, escribiendo, pensando en lo que prepararía para cenar. Pero El insistió en que salieran. La mandó arreglarse y cuando estaba en ello apareció en el dormitorio. Llevaba una falda negra y una blusa negra transparente. Sabía que le gustara que vistiera así para El, elegante y sensual.

Ya casi estoy, acabo de maquillarme y me pongo el abrigo. No estoy de acuerdo.No quieres que me ponga el abrigo?No, no estás lista, te sobra ropa.Qué me va a sobrar? Hace mucho frío ahí fuera.Te sobra la falda, querida, hoy te quiero puta, más que eso, te quiero muy puta. Quiero que sepas que no llevas nada debajo, que si el abrigo se abre cualquiera puede verlo. Te quiero tensa y te quiero excitada. Porque voy a usarte cuando volvamos. Quítate la falda.

Sólo escuchar esa frase hizo que un calambre recorriera su cuerpo desde la vagina a los pezones. Se quitó la falda despacio, alegrándose de haberse puesto las medias en lugar de elegir unos pantys y se plantó ante El chula y retadora, como siempre.

Le parece bien al Señor?Excelente, ponte el abrigo que nos vamos.

Pasearon entre el gentío, disfrutaron el espectáculo mientras a cada ráfaga de viento ella sujetaba el abrigo impidiendo que se abriera, ante las carcajadas de El.

Incómoda, perra?Un poquito, Señor.Pero empapada, me equivoco?No, Señor. Gracias.Estupendo, así quiero que sigas. Espera he visto a unos conocidos entrar en aquel bar, vamos a saludarles.

Se dirigieron al local, entraron, saludaron y se sentaron a una mesa rodeados de gente alborotadora. En el local hacía calor, la calefacción estaba a tope y además estaba lleno. Todos andaban en mangas de camisa, pero ella, por supuesto, seguía con el abrigo puesto.

No quieres quitarte el abrigo, nena?- Le dijo procurando ser oido entre las voces, lo suficientemente escuchado como para que algunas cabezas se giraran a mirarles.No, que va, parece que he cogido frío porque no entro en calor -Respondió roja hasta la raíz del cabello.Pues chica, te ves coloradita...

Cuando la ponía en estas situaciones era capaz de odiarle, mirándola con esa media sonrisa socarrona, burlándose de su azoramiento. Le entraron ganas de matarlo. Sólo quería irse de allí, ya, cuanto antes, y cuanto más incómoda se sentía ella más se reía y participaba de las conversaciones El. Parecía que aquello no iba a acabarse nunca, hasta que por fin, como siempre cuando menos lo esperaba

Bueno, nosotros nos vamos. Querida?Sí, sí, vámonos que es tarde, con una sonrisa de oreja a oreja.

Salieron a la calle, nuevamente el empeño de cerrar el abrigo. Subieron al coche y empezaron a circular en dirección a casa. Ella se acomodó en el asiento ya más relajada, había algo de tráfico y el tránsito de camiones era continuo a esa hora.

Desabróchate el abrigo.Pero Señor, pueden verme.No lo repetiré.

Bufando hizo lo que se le ordenaba y lo desabrochó dejándolo cerrado. Una mirada de El bastó para que, volviendo a bufar, lo abriera del todo justo cuando llegaban a un semáforo en rojo.

Así está a gusto del Caballero?Sí, parece que le gusta, míralo, está flipando.

Sorprendida siguió su mirada y vió a un hombre al volante de un camión con los ojos abiertos como platos, que no se podía creer lo que estaba viendo. Su primer impulso fue cerrar el abrigo...

Ni se te ocurra, recuerda que eres una puta, déjalo que disfrute.

El trayecto se le hizo eterno. Los semáforos parecían confabulados con la voluntad de su Dueño y cada vez que se detenían en uno, un vehículo alto se detenía al lado. Una y otra vez las mismas miradas de sorpresa que se convertían en deseo. Se sentía incómoda y al mismo tiempo halagada. Se sentía deseada y se sentía despreciable. Se sentía una perra, se sentía una puta. Se sentía su puta.

Por fin llegaron a casa y la detuvo sin dejarla ir al dormitorio. La besó con suavidad, le quitó el abrigo y empezó a desabotonar la blusa muy despacio.

Lo has hecho muy bien, perra, y vas a recibir tu premio por eso, pero no me hagas enfadar, hoy me siento perverso, y sabes lo peligroso que puedo ser perverso y cabreado a la vez.

La perra se dejó hacer empezando a relajarse. Una vez la tuvo desnuda le ordenó que no se moviera, puso un tronco grueso en la chimenea junto con una rama de encina y desapareció de su vista.

Volvió con las cuerdas en la mano y la llevó hasta la pared donde estaban colocados estratéticamente aquellos clavos. La ató en cruz, la perra abierta, expuesta, entregada, la mirada baja ofreciéndose.

Una fusta en sus manos, una voz rota ronca, profunda, unos ojos implacables. Olor a encina en el aire. Caricias que eran torturas, la perra mojada, empapada, sudor y lágrimas de deseo. Ansiosa. Expectante. Caliente.

El Caballero observándola, pasando un dedo por su piel, casi sin tocarla. Susurrándole al oido lo que va a ver, lo que le va a hacer, de qué manera la va a usar.

El dedo recorriendo su cuerpo, los costados hasta llegar al ombligo. La perra temblando de ansiedad. Los labios entreabiertos, suspirando. Los ojos cerrados, la mente vacía, dedicándose sólo a sentir, a dejarse llevar. A servir.

A cada minuto más húmeda. Sus pezones erectos hasta resultar doloroso. Lamiéndose los labios con la punta de la lengua, provocadora, sugerente.

Hasta que el primer golpe de fusta la hace lanzar un gemido. No grita, no se queja. Sólo gime. Gime y da las gracias. Su excitación sube aún más. Se acelera la respiración. su pecho sube y baja. Espera el siguiente golpe y no llega. Lo desea y no llega. El disfrutando de la tensión.

Hasta que en agradecimiento caen dos azotes seguidos. Fuertes. Intensos ... uno en cada pezón...

Se muerde los labios secos. Asume el dolor. Lo gestiona, lo domina. Es lo que quiere, no se va a quejar. Los agradece, esta vez con la voz temblorosa.

La desata y la lleva de nuevo hasta la alfombra cogiéndola del cabello. La obliga a ponerse de rodillas y coloca dos pinzas en sus pezones. Abre sus labios vaginales y deposita un vibrador clitoriano en el punto exacto, accionándolo a máxima velocidad. Después la hace colocarse a cuatro patas y se marcha a la cocina. Vuelve con un calabacín en una mano y algo envuelto en papel de aluminio en la otra, colocando esto último en las brasas, bajo el tronco grueso.

Se planta ante ella, desabrocha el pantalón y saca su miembro. Erecto, duro. La perra se relame y empieza a jugar con él. La lengua recorriéndolo a lo largo, haciendo círculos, la boca caliente, se entretiene traviesa, disfrutando del deseo de su Dueño, quien con un gemido la coge de la nuca y empuja su cabeza contra su pelvis metiéndosela hasta la garganta. Empujando más adentro, más fuerte, más duro. La lengua jugando con el glande y El forzándola a tragar más y más profundo.

De repente sale de ella -no te muevas de ahí- y recoge el objeto envuelto, extrae el papel y descubre una patata, comprueba la temperatura y la coloca sobre su espalda. Coge el calabacín que dejó sobre la mesa y lo introduce en la vagina.

Vuelve a su posición y le introduce de nuevo la polla en la boca, mientras le da instrucciones:

No quiero que caiga la patata ni que se salga el calabacín. Si ocurre una cosa o la otra te castigaré. Tú misma.

La perra gimotea, suspira, es demasiado, va a morirse de gusto, el vibrador sigue haciendo su trabajo, necesita correrse pero sabe que no puede hacerlo sin permiso. Su rabo le llena la boca. El clítoris hinchado, la patata caliente rodando por la espalda y una voz rota. Procura que no se te caiga, perra.

La perra conteniendo su orgasmo, deseando que le conceda el placer.

De repente saca la polla de la boca. No es el momento aún, zorra. No te lo has ganado. Ella protesta, hace un gesto de disgusto y se descuida, provocando que la patata caiga al suelo.

Su mirada de reproche le dice lo que va a venir. Lo teme y lo desea a la vez. Te dije que no me cabrearas. Tú y tus gestos de rebeldía. Extrae el calabacín de la vagina y lo introduce en su ano hasta la mitad. Sabe que le cuesta, sabe que le duele, pero se lo ha ganado a pulso. Tres azotes secos en cada nalga y vuelve a poner la patata al fuego...

Empieza a quejarse, a revolverse, a rebelarse... Pero al inundarse de nuevo su boca de rabo no puede más que relajarse y aceptar.

Intenta calmarse, sabe que es lo que El quiere, pero no puede, se mueve, procura dejar su culo libre discretamente, con cuidado para que no lo note Pero El se da cuenta, se inclina y le susurra al oído... Ahora sí vas a sentir tu culo bien lleno, perra, mientras se sitúa a su espalda.

Ronronea como una gata. Llo buscaba, lo deseaba. A pesar del dolor, de la incomodidad, es Suya y quiere dárselo.

Acerca su polla lentamente, la apoya a la entrada sin moverse, jugando con la patata de nuevo caliente. Quiere que lo desee, que lo suplique. Sabe que no va a haber termino medio, entrará de un solo golpe y hasta el fondo. Ella lo teme tanto como lo desea quiere que ocurra ya. Que la rompa, que la parta en dos. Quiere que la llene de El Lo que no sabe es cuando va a ser el golpe de gracia. Mientras sólo siente el latido en la entrada. Suspira nerviosa, agitada, mueve su culo provocadora. La tiene donde quería pero se resiste a pedirlo, se rebela contra ello.

Cogiendo los pezones con ambas manos comienza a presionarlos con fuerza, cada vez más... y más.

Grita de placer, lo quiere en ella y lo quiere ya... Por favor, Señor.. no puede resistir el deseo, su necesidad Y cuando El siente que no va a soportarlo más de un empujón mete todo el rabo el culo ofrecido, tirando hacia El de los pezones al mismo tiempo. La perra grita, un espasmo la recorre de la cabeza a los pies y se corre entre gemidos y convulsiones mientras El se queda dentro, muy dentro de ella, haciéndola sentir poseída en la plenitud de la palabra. Poseída y ofrecida...

Taladrándola, rompiéndola, haciéndola sentirse suya, más suya que nunca. Mientras El sigue usándola entre sus lloriqueos y quejidosentre el dolor y el deseo. Así, con embestidas casi salvajes hasta que se cansa, hasta que está a punto de su orgasmo. Ahora de rodillas, voy a correrme en tus tetas....

Sale de ella, la coge del pelo con una mano y con la otra sacude su polla ante su cara. La perra abre la boca, saca la lengua, lo quiere, lo necesita. Necesita su placer. Es su regalo, no podría haberlo mejor. Junta tus tetas para recibir tu premio perra. Une y levanta sus pechos ofreciéndoselos mientras le mira agradecida.

El gime, grita, tiembla, mientras ella espera paciente, ofrecida a ser usada de nuevo. La boca abierta, las tetas apretadas entre sus manos, mirándole con adoración hasta que se vacía sobre ella. Quiero que dejes bien limpio tanto mi rabo como las tetas, que no quede ni un solo resto. 

La puta lame el néctar. Lo disfruta, lo saborea. Primero el rabo que venera, esta vez sólo con la punta de la lengua, casi sin tocarle. Después acerca sus tetas a su boca y recoge todo lo que encuentra, jugando con el semen, mirándole pícara. Saboreando el premio obtenido. Feliz de habérselo ganado.

Su pelo una maraña, la pintura corrida, los ojos brillantes, los labios hinchados. Feliz y entregada, satisfecha de servir y de merecer...

y un olor a encina inundando el ambiente.

Este año Papá Noel se ha portado muy bien. No podía ser menos, es una buena chica y las buenas chicas siempre tienen su premio... o deberían.

Anastasia ©
22.12.2013

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