sábado, 4 de enero de 2014

Fantasía o realidad? II

He dormido mucho, la sesión de ayer fue dura. Mi cuerpo aun luce sus marcas, estoy dolorida pero relajada y sobretodo feliz, muy feliz. Bostezo sonriendo, estiro mis músculos, todavía nos quedan dos días para disfrutar. Un larguísimo fin de semana por delante para demostrarle lo que puedo ser para El, todo lo que puedo darle.

Salgo a buscarle y le encuentro desayunando, me ha preparado café y un zumito... Mmmmh me encanta que me mime, a ratos su perra, a ratos su diosa, siempre su tesoro.

Le saludo con un lamido en sus labios y me siento a su lado buscando su cercanía, su contacto. Empiezo a tomar mi café, está mirando la prensa y no quiero molestarle, El dirá cuando quiere que le hable. Estás aquí para servirle, Anastasia, así que contén el torrente de preguntas que quieres hacerle, de explicaciones que quieres darle, y por una vez controla tu charlatanería.

No han pasado ni cinco minutos que levanta la vista y me mira intensamente. Un calambre atraviesa mi coño. Conozco esa mirada cargada de perversión... y empiezo a temer lo que vendrá.

Hoy te espera una sorpresa, perrita. Van a venir a vernos dos amigos a los que debo muchos favores y he decidido usarte para pagárselos. Voy a ofrecerte a ellos. Hoy vas a ser mi puta y te voy a regalar. Vas a portarte como la mejor prostituta, vas a atenderles, vas a darles placer, vas a dejarte hacer lo que deseen y vas a disfrutarlo, porque yo estaré viéndolo y lo vas a hacer para mí. Vístete con cuidado, recordando lo que eres y date prisa. Estarán aquí en una hora.

Me pongo nerviosa, hace años que esa es mi fantasía más recurrente, ser una puta y usada como tal, pero lo temo, temo lo que quieran hacerme, temo el trato que me darán. Temo que me humillen y que me hagan daño. Pero quiero dárselo porque es lo que usted quiere de mí.

Me arreglo con cuidado, sexy y provocadora, me maquillo más exagerada que de costumbre, un último toque de carmín rojo en los labios, como sé que le gusta y justo en ese momento escucho voces desconocidas.

Cuando salgo le encuentro sentado en su sillón favorito, charlando con dos hombres aposentados en el sofá. Dos hombres normales, sin nada que destacar, algo mayores que El, que al momento se giran a mirarme. Saben que soy su regalo y yo me sonrojo hasta la raíz del cabello al darme cuenta.

Qué haces ahí parada? Saluda a estos señores. Me acerco temblorosa, las piernas casi no me responden, ellos se levantan y me dan dos besos, empezando a hacer comentarios sobre mí. Se sientan de nuevo y yo quedo ahí enmedio de pie, no sé qué hacer, le miro y con sus ojos me dice que no me mueva. Pongo las manos a la espalda y me dejo examinar. Los comentarios empiezan a subir de tono, cada vez estoy más incómoda, intento desconectar, pensar en otra cosa, pero es imposible, sus voces se clavan en mis oídos, sexual, puta, lasciva, viciosa. Mi Amo está vendiendo su mercancía y yo me quiero morir de la verguenza, sigo mirando al suelo incapaz de moverme, de reaccionar.

De repente su voz retumba en mi cerebro. Desnúdate perra. Hazlo despacio y con la sensualidad que sabes usar para mí.

Sin levantar la vista del suelo empiezo a quitarme prendas de ropa. La blusa, la falda, llevo el corsé, medias y la ropa interior. Me hace detener y me ordena pasear por el salón. Camina un poco perra, muéstrate.

Las frases que escucho son a cada momento más obscenas, empiezan a comentar lo que les gustaría hacerme. El asco me invade, no voy a ser capaz, me repugnan, me repugna pensar en sus manos recorriendo mi cuerpo, en sus pollas en mi boca. Me asquea imaginar sus besos.

Nuevamente su voz. Sigue desnudándote, quédate sólo con las medias y los zapatos. Me quito el corsé demasiado rápido, pero me doy cuenta tarde. Se acerca a mí y me cruza la cara de una bofetada. Qué parte de despacio no has entendido perra inútil? Los hombres se parten de la risa, bien hecho, le dicen y yo me quiero morir, por la verguenza de ser castigada ante ellos, por haber fallado. Disculpe, mi Amo.

Continúo más despacio, una vez desnuda me llama frente a El. Coge mis pezones, me obliga a agacharme tirando de ellos y les invita a tocar mis tetas. Empiezan a magrearme, aparta sus manos para que puedan coger mis pezones. Las pellizcan, aprietan, las sopesan. Comentan su calidad, la suavidad de mi piel. Se incorpora y me coge del cabello. Mirad que culo para azotar, es estupendo. Me mantiene inclinada y me hace dar la vuelta para mostrarles mis nalgas. Un gesto de rabia se me escapa, no puedo evitarlo y El sabría que vendría.

Lo malo de esta perra es que necesita disciplina. Quereis hacer los honores? Por supuesto, dicen ambos, al tiempo que se quitan los cinturones. Me llevan del pelo hasta el sofá, me obligan a abrir las piernas y a poner la cara en el asiento del sofá. Saca el culo, perra, te lo vamos a poner calentito. Y empiezan a caer azotes sobre él. Mi espalda, mi culo, un azote cada uno, me doy cuenta de que estaba planificado, cada uno de los gestos lo estaban. Los azotes empiezan a picar, levanto la cabeza y busco sus ojos pero cuando los encuentro entiendo que no debo moverme, no debo quejarme, no es eso lo que se espera de mí, por lo que vuelvo a mi posición.

Cuando se cansan me hacen incorporarme y con la excusa de comprobar el calor de mi piel empiezan a sobarme y toquetearme. Usted se aparta viendo lo que va a venir, se va a su sillón y finge leer el diario, pero sé que está vigilando, no dudo que está cuidándome, que ha puesto sus reglas y no permitirá que las sobrepasen.

Están excitados, necesitan pasar a la acción. Soy una marioneta en sus manos, sacan sus pollas y me obligan a arrodillarme, lame puta, cómetelas con cuidado y mucho vicio o serás castigada de nuevo. Me dedico a ellas como si fuera la suya. No fallaré, soy su puta, la mejor puta.

Me detienen, es buenísima chupando, menuda zorra te has buscado, a ver ese coño, seguro que está empapada. Efectivamente, como siempre que entra una polla en mi boca, estoy chorreando. Me estiran en el sofá y abren mis piernas, uno de ellos explora mi sexo mientras el otro se dedica a mis tetas. Introducen sus dedos, pellizcan el clítoris, me hacen daño, le busco pero desde mi posición no puedo verle. Se dan cuenta y con mi propia blusa hacen una venda que me colocan en los ojos. La angustia me invade, usted lo sabe y a partir de ese momento de vez en cuando dice algo para que sepa que está ahí, que sigue ahí protegiéndome.

Sus manos inundan mi coño, lo azotan, lo pellizcan, lo fuerzan, meten sus dedos, lo lamen, escupen. Hacen lo que quieren con mi cuerpo. Estoy dolorida, me siento vejada y humillada. Me siento muy excitada, caliente y muy puta.

De repente me hacen levantar, sigo sin ver nada. Se sienta uno de ellos y me guían para colocarme a horcajadas sobre él. Cabálgame zorra, a ver como te mueves. Introduce su polla en mi vagina y la noto grande, me quejo y empiezan a reir. Pues has tenido mala suerte porque esta no es la más grande. Empiezo a temblar, sé lo que va a venir. Tengo miedo pero cada vez estoy más excitada. Cabalgo sobre aquella polla, mis tetas bailando, él las muerde, mientras el otro llena de besos babosos mi espalda y empieza a hurgar en mi ano. Noto un líquido viscoso, si lo usa es porque será difícil, pienso entre mí, empieza a introducir sus dedos para dilatarlo y de repente es su polla la que se abre camino. Me duele, me parte, es como un hierro al rojo, después de varias embestidas logran hacer coincidir sus movimientos, taladrada, follada, usada. Gimo, grito, pataleo, intento escapar. De repente le siento cerca, sus manos acarician mi rostro, mis labios. Está ahí, todo está bien, abro la boca, suspiro y en ese momento introduce su miembro en ella. Ya nada más importa, mi Amo me está usando, está satisfecho, me ha dado mi premio y eso es lo único que ha de preocuparme. Da igual lo que me quede por pasar, da igual lo que duela. Mi Amo está orgulloso de mí y yo soy una perra feliz. Yo soy su perra.

Anastasia ©
26.12.2013

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