sábado, 4 de enero de 2014

Fantasía o realidad?

En cuanto llega me ordena quedarme en el centro del salón. Visto falda a media pierna negra, top del mismo color y blusa también negra transparente. Medias a medio muslo y zapato de tacón. Me observa detenidamente valorando la mercancía que ha adoptado, puesto que no soy más que eso, mercancía, un juguete para su uso y disfrute. Va quitando lentamente cada una de las prendas, acariciando mi piel, comprobando su tacto y suavidad, hasta que quedo sólo en ropa interior. Lo estoy pasando mal, no me gusta exhibirme, me incomoda, y usted se da cuenta, precisamente por eso lo prolonga, me está poniendo a prueba y lo sé. No obstante estoy excitada, me excita el tacto de sus manos cuando me acaricia, me excitan las palabras que susurra a mi oído, diciéndome cuanto le gusto y cómo va a usarme. Me deja en mi posición y se aleja, sentándose en un sillón mientras me mira con atención. Me hace girar, quiere verme bien. Estoy roja, avergonzada, pero eso no le detiene. Después de un buen rato me ordena quitarme el sujetador. Obedezco y se acerca a mí, sopesa mis tetas, acaricia mis pezones, los pellizca. Estruja mis pechos calibrando su peso, presiona los pezones esperando mi respuesta.

Estoy enfadada, excitada pero enfadada, me siento incómoda, le pedí que no me hiciera pasar por algo así, de modo que no hay respuesta. Aumenta la presión y mordiéndome los labios no me quejo, no gimo, mirándole a los ojos retadora, impasible. Se ríe a carcajadas, perra orgullosa. Me ordena quitarme las bragas. Veremos si eres tan chula cuando inspeccione tus orificios. Se acerca a mí de nuevo y me obliga a abrir la boca, introduce en ella primero un dedo, después dos, finalmente la mitad de la mano, pinza mi lengua con sus dedos y me hace sacarla, comprobando la saliva que genera. Mi respiración se acelera y sonríe. Me obliga a abrir las piernas y hace lo mismo con mi sexo, introduce sus dedos, abre los labios, comenta sobre él. Roza mi clítoris y doy un respingo. Se ríe porque por fin me ha hecho reaccionar. Se pone tras de mí y pasa su mano por mis nalgas. Dos rápidos azotes me hacen vibrar de nuevo y regresa a mi sexo. Empieza a trabajar con sus dedos y yo empiezo a gemir. No perrita, aun no te lo has ganado, me lo vas a suplicar, lo quieres? Naturalmente respondo que me es indiferente y un gesto demasiado altanero se me escapa. Bueno, bueno, nos vamos a divertir. Esa es la forma de comportarte ante tu Amo? Me doy cuenta demasiado tarde de que, una vez más, me he pasado de la raya y me doy cuenta de que lo voy a pagar.

No esperaba empezar tan pronto con tu disciplina, pero creo que no debo perder ni un minuto más, voy a enseñarte como debes tratar a tu Dueño. Ata mis manos entre ellas y las une al techo, muy tirantes, casi estoy de puntillas. Hace lo mismo con mi cabello inmovilizándome completamente y coge su flogger. Creo recordar que tienes pendiente otro castigo, así que empezaremos por ése. Empieza a azotar mi espalda, intento moverme, me duele, estoy falta de práctica y muy sensibilizada por sus caricias, pero aun así consigo llegar al final sin quejarme.

Introduce sus dedos en mi vagina y comprueba que estoy muy mojada, se ríe, me insulta, se burla de mí por ser tan fácil y tan perra, mientras sus dedos me llevan a mi primer orgasmo de sus manos. Me estremezco, tiemblo y sin dejarme reaccionar me desata. Une ahora mis manos a la espalda, me obliga a inclinarme y nuevamente une la cuerda al techo. Me queda un orificio por comprobar, perra, creías que lo había olvidado?.

Abre mis nalgas y acerca un dedo a mi ano, doy un brinco y suplico. Por favor Señor, no. Se entretiene en la zona disfrutando de mi temor y mi verguenza. Señor? Has dicho Señor? No vas a aprender nunca, perra inútil? Te tenía por inteligente y eres una auténtica boba. Vamos a premiar ese trato.

Me desata de nuevo y me lleva hasta una silla, me inclina sobre su respaldo y me hace apoyar mis manos en el asiento. Empieza a contar. Si te equivocas comenzaré de nuevo. Si te mueves comenzaré de nuevo. Coge su fusta y empieza a azotar mi culo, alternando nalgas y aumentando poco a poco la intensidad. Llegamos a 20 y creo que ya no puedo resistir más, pero sigue adelante. Mi culo arde, quema, procuro no moverme pero es muy difícil, a partir de 30 empiezo a quejarme, no sé cuánto va a durar, no sé los que faltan y eso me desespera. 40 y ya sólo puedo balbucear los números, empiezo a lloriquear, a suplicar que pare, introduce sus dedos en mi coño y comprueba nuevamente su humedad, de modo que no se detiene, 50 creo que me voy a morir mi cara ya es un poema, intento no llorar, estaba segura de que ahí pararía y no se detiene, cuando temo que vengan otros 10 se para.

Me hace incorporar, me besa, me acaricia, me abraza, me da las gracias y me dice lo orgulloso que está de mí. Me coge del cabello y me lleva inclinada hasta el sofá, me obliga a apoyar mis manos en el asiento y acaricia mis nalgas, mi espalda, me dejo hacer, me estoy relajando. Sus dedos empiezan a escarbar mi coño, introduce uno en la vagina, después otro, se ríe de mi humedad y facilidad de dilatación, entra casi toda su mano. Me ordena acariciarme el clítoris mientras me practica un fisting. Su mano entra y sale de mi sexo con una facilidad pasmosa, gimo, me convulsiono, me voy a morir de placer. Puedo correrme, mi Amo? Aun no, ni se te ocurra.

Sigue taladrándome, me lleva al punto máximo de excitación, no voy a poder contenerme y cuando decido que no importa, que necesito dejarme ir... Para! Saca su mano y me obliga a ponerme de pie. Ahora demuéstrame lo puta que eres y quizás te deje disfrutar. Se desnuda, se sienta en el sofá, tira un cojín al suelo y me hace arrodillarme. A ver si me sirves como perra lamedora... acaricio sus piernas muy despacio mirándole lasciva, haciéndole desearlo. Mis uñas rozan su piel y le hacen estremecer, me relamo pensando en lo que va a venir, me acerco a su pene, lo olisqueo como una buena perra y paso suavemente la lengua por el capullo. Da un brinco, le miro traviesa y sonrío. Está en mis manos, quiero hacerle disfrutar y no quiero que sea lento. Paso una uña suavemente por sus testículos al tiempo que mi lengua empieza a recorrer su pene desde la base a la cabeza, presionando unas veces, muy suavemente otras, sin dejar de mirarle, jugando con mi saliva, haciendo ruido y marraneando con las babas como una niña traviesa. Se me escapa un gemido, estoy deseándolo tanto como usted. Los pezones duros, el clítoris erecto. Mi lengua empieza a hacer círculos en el capullo, muy despacio, a veces se introduce en el orificio, juega en esa zona tan sensible, mientras mis dedos no dejan de acariciarle los huevos. Le siento vibrar, pero le quiero hacer sufrir. Le miro provocadora, la lengua fuera, los ojos brillantes, los labios hinchados por el deseo. Abro la boca e introduzco el prepucio, sólo el prepucio, mientras con la lengua le doy golpecitos, excitándole más y más, hasta que no puede soportarlo y cogiendo mi cabeza me la ensarta hasta la garganta. Empieza a follarme la boca, cada vez más rápido, más profundo, mi lengua sigue acariciándole en el interior, mis uñas pellizcan sus huevos. Traga, perra, tengo arcadas, me lloran los ojos, pero no se compadece de mí. Sabe que no quiero que lo haga, quiero que me use hasta el final, soy feliz, me siento grande y me siento suya. Sigo tragando, combato las arcadas, intento tragar más profundo. Voy a correrme en ti, balbuceo un por favor que no sé si llega a oir y se vacía en mi boca con un gruñido. 

Me aparta, me besa. Gracias mi perra, eres la mejor y ahora quiero verte disfrutar. Mastúrbate para mí.
Me tumbo en el suelo y abro las piernas. Me muestro, ofrecida, y empiezo a tocarme. Me acaricio unos instantes y no puedo aguantar más la excitación. Puedo, mi Amo? Sí, puedes. Dámelo. Pellizco muy fuerte un pezón y me corro como una perra, como lo que soy. Su perra y Su diosa.

Anastasia ©
25.12.2013

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