viernes, 11 de abril de 2014

Masoquismo, dolor y entrega.

Cuando me detengo a pensar en mi condición dentro del bdsm y a pesar de mi conocida versatilidad a temporadas cuando me lo pide la mente (que no el cuerpo), suelo centrarme únicamente en mi vertiente sumisa, no dando demasiada importancia a la opción masoquista que va dentro del "paquete". 

De hecho siempre me he definido como más sádica que masoca, y si tengo que matizar no me cuesta admitir que soy masoquista "a la carta". Supongo que no la única, por cierto. Está claro que quien no es masoquista, quiero decir, quien no disfruta del dolor "per sé", reconoce ciertos dolores o dolor en determinada medida aplicado en ciertas partes del cuerpo, como un intensificador del placer o un complemento de éste, pero ciertamente la mayoría de sumisas que conozco no gozan cuando sufren dolor si no va acompañado de otras sensaciones.

Como digo, yo siempre he pensado sin detenerme mucho a profundizar en ello, que definitivamente no me gusta el dolor en general, así como he creído que estoy bastante limitada en este aspecto puesto que me considero poco resistente a él o con el famoso umbral del mismo relativamente bajo, así que en uno de mis momentos de introspección decido analizar si realmente mi percepción es correcta o, por el contrario, soy más masoquista de lo que quiero admitir.

Admitir, cuestión importante. Sí que es verdad que me reconozco como una persona viciosa. Me "engancho" a todo lo que me pone, por lo que he de tener máximo cuidado con acercarme a algo que pueda correr el riesgo de motivarme demasiado, puesto que ahí me quedo así, "enganchada", obviando los daños colaterales que pueda acabar sufriendo. A eso me refiero cuando quizás, y digo quizás, no se trata de no haber profundizado nunca en esta cuestión, sino en que no me interesara hacerlo, no fuera a descubrir que la cosa del daño físico verdaderamente me pone y acabe siendo uno de estos "enganches", con lo que inevitablemente terminaría en esa espiral en la que siempre quieres más y al final no existe límite.

Aclarado este punto en mi retorcida mente (lo que tiene el conocerse muy bien), sigo analizando y rememoro escenas (odio el término sesión, no sé si lo he comentado alguna vez) en las que el dolor ha sido el centro de la experiencia, y escarbando, escarbando, resulta que sí han existido ocasiones en las que rotundamente me han llevado casi (casi eh) al límite de mi resistencia.

Pienso en momentos determinados en los que el dolor ni se acompañaba de placer ni existían expectativas de que lo hubiera (placer sexual, entiéndase), momentos en los que el "sufrimiento" era extremo, casi insoportable, hasta tal punto que se dan aquellos instantes en los que piensas que no podrás tolerar un golpe más, pero en cambio resistia uno y otro y otro más, permitiéndole seguir hasta que El considerara oportuno. Y también ahora sé que de ningún modo le habría pedido que se detuviera más que unos minutos para darme un respiro.

El siguiente paso, como no podría ser otro, es que cuando llego a esa conclusión me digo, vamos a ver querida, si no disfrutas el dolor y en esos momentos El no usaba éste como un incentivo para prolongar el placer, acentuarlo, intensificarlo o lo que sea, ¿Por qué demonios te resultaba tan excitante que te azotara y te hiciera sufrir?. ¿Eres en realidad masoquista? ¿Será esto lo que ellos (los masocas) llaman disfrutar del dolor físico?.

Vueltas y más vueltas intentando discernir qué soy, cuál es mi verdadero nivel, dónde está mi umbral y claro, una compara lo vivido con lo que ha visto por ahí, principalmente culos a rayas o totalmente morados e hinchados y piensa... pues va a ser que no, que no aguanto lo que aguantan otras; pero hago memoria o miro fotografías y me doy cuenta de que sí han habido morados, verdugones y marcas que han durado semanas, osea que... ¿sí soy masoca?.

Pero finalmente, después de días y días de dudas, una lucecita se ilumina y todo se aclara de repente al recordar que a ese nivel sólo he llegado con determinadas personas, y llego a la deducción de que ni soy masoquista, ni sufro con el dolor, pero sí soy más sumisa de lo que yo misma quiero admitir. 

Sé que nunca le serviré café envuelta en latex, ni le daré la razón porque sí, ni me mostraré servil, humilde y entregada en todo momento, ni callaré cuando El hable, ni me arrodillaré a sus pies mientras lee la prensa. Posiblemente le llevaré la contraria más de lo que debería, le discutiré todas y cada una de sus opiniones, pelearé, le motivaré, le haré enfadar e incluso a veces conseguiré que me odie, pero a pesar de todo, en realidad lo que me ha hecho resistir, aguantar y disfrutar el dolor que ha decidido darme porque lo merecía, porque le apetecía, porque sí, no era otra cosa que el deseo de dárselo todo, de darle más, de demostrarle mi intención y voluntad, de que me sienta Suya.

Lo que me convierte en masoquista es lo mismo que me convierte en amiga, consejera, terapeuta o puta. Lo que me convierte en masoquista es mi Entrega. Sin más.

Puta sumisión...

Anastasia ©



3 comentarios:

  1. Yo tambien he tenido esa duda. He estado muchas limites al limite del aguante pensando que no podia soportar mas. Me he enfurecido viendo mi cuerpo marcado y dolorido. Y siempre viene a mi mente la eterna pregunta... si sufro con el dolor, si lo temo , qué me hace aguantarlo hasta limites que jamas habria pensado en soportar???... creo que tu conclusion es perfecta... es mi entrega a El. La pregunta podria ser entonces a El ... si soy un objeto valioso, si disfrutas cuidandome , por qué tratas a veces mi cuerpo con tanto sadismo ???

    ResponderEliminar
  2. Seguramente lo hace porque es la forma más rotunda de sentir esa entrega. Siempre he oído hablar, y yo misma lo he pensado así en mi otro lado, de lo poco satisfactorio que resulta para un Dominante que no sea específicamente sádico usar a un masoquista, puesto que si se prestan al dolor es por puro egoísmo y su propio placer, mientras que el hecho de que personas que no lo disfrutan le ofrezcan su sacrificio y esfuerzo como regalo, es precisamente lo que les convierte en el objeto más valioso y preciado.

    ResponderEliminar
  3. Me encantan sus charlas Sras. La aplicación del castigo tiene una espiral perversa. Partiendo de la base de que todos los Dominantes tenemos un lado sádico importante ( físico o mental), si el castigo se lo aplico a una sumisa masoquista al verla disfrutar con el dolor me deja de interesar y mi lado sádico se va atenuando con lo que la intensidad del castigo disminuye o incluso cesa totalmente. Si por el contrario la sumisa no tiene un fuerte carácter masoquista y sufre o teme el castigo, ese lado sádico se dispara y aumento el nivel. El efecto que produce es mas miedo, mas dolor, mas súplica, que potencian el sadismo y la espiral se retroalimenta.

    ResponderEliminar