jueves, 20 de febrero de 2014

Aquí no vale todo




Llevo muchos años en este mundo. No presumo de ello pero tampoco lo escondo, de hecho no es más que un dato para encabezar esta reflexión. Esa "antigüedad" no me hace ni más ni menos, ni mejor ni peor, ni más buena ni más mala sumisa, pero sí me ha dado la oportunidad de conocer, ver, leer y oir de todo. Personas absolutamente coherentes, personas que se molestaban en aprender, personas que se disfrazaban, personas que jugaban y otras que se la jugaban, personas que se lanzaban de cabeza sin sentido común, personas que se lo pensaban muy mucho antes de dar el paso y así podría seguir hasta acabar el espacio del post, porque aquí, naturalmente, hay de todo, pero ¡Ay señores!, que a veces nos olvidamos de que aquí NO vale todo. 

En esta parcela de mí, igual que en las restantes facetas, he procurado (aunque no siempre lo consiga) ser justa y tolerante con todas estas personas, escuchar sus argumentos en uno u otro sentido, estuviera de acuerdo o no con ellos. Soy de la opinión de que todo el mundo puede enseñarnos algo, sobre lo que queremos o incluso, las más de las veces, sobre lo que no deseamos ni de lejos. No obstante si existe un tipo de individuos a los que no puedo, ni nunca llegaré a poder, respetar ni comprender es a los ejemplares como el de la fotografía.

No me gusta generalizar (aunque para desesperación de cierto Amigo mío, últimamente lo estoy haciendo quizás demasiado), pero es cierto que en este caso están todos cortados por el mismo patrón (hecho comprobado científicamente, menuda tesis me he currado con el temita). Una fachada impecable, educación exquisita, amplio vocabulario, cultura media alta, pero al final sólo eso, descerebrados que creen que aquí SI vale todo, que no ven más allá de su propio interés y beneficio, de su placer, depravación (que no es lo mismo que perversión, no se vayan a creer) y satisfacción, a costa de lo que sea. Hombres que eligen la cabeza (también vacía) que se han de poner, en función del día, de sus instintos más básicos o de la víctima que han escogido para la ocasión.

Tíos que disfrazan sus intenciones de bdsm, cuando en el mejor de los casos éstas van encaminadas a conseguir un polvo, una pajilla visualizada o una vacilada ante los amigotes, y digo en el mejor de los casos porque en el peor de éstos las cosas se ponen bastante más chungas. Individuos que encubiertos por un supuesto halo de dominio y control, se aprovechan de pobres incautas para ejercer sobre ellas el más deleznable de los delitos, el maltrato físico o mental.

¿Qué es lo más grave? Que, como dice ese amigo al que le repatean mis generalizaciones, unas se conforman con eso y otros se aprovechan de ello. Que mientras haya una sola mujer dispuesta a pasar por el aro por tal de cumplir su sueño Grey o su fantasía onanista (que haberlas haylas también, no lo duden ni por un instante), existirán esos individuos y seguirán poniéndose las cabezas oportunas dependiendo de lo que ellas busquen. Porque otra cosa no son, pero listos un rato largo y ellas más que evidentes, aunque en su imaginación se crean misteriosas cual Mata Hari reencarnada en la sumisa perfecta.

No. No puedo con ellos pero tampoco con ellas. Porque pienso que si a mí, que no soy un Premio Nobel ni ninguna superdotada, sino una mujer normal con deseos normales y una mente de lo más sencillita, no me la han colado ninguno de los tipos descerebrados y peligrosos que han venido a buscarme, ¿por qué a otras si se la cuelan? ¿Por qué ese empeño por lanzarse de cabeza a algo cuando la mayoría de las veces saben con qué tipo de macho ibérico están jugando? ¿Por qué no nos concienciamos, sobretodo nosotras, que como he dicho otras veces somos quienes ponemos el látigo en sus manos, por qué no nos concienciamos digo, de que antes que el famoso SANO SEGURO Y CONSENSUADO existe (o debería) el sentido común?.

Me cabrea sí, me cabrea que sigan existiendo especímenes como el de la foto, tanto que consiguen sacar mi vena más sádica, pero lo que más me cabrea es tener la certeza de que cada uno de ellos existe porque al otro lado del espejo hay una mujer receptiva que olvida cuidarse y protegerse y eso, para mí, es lo que no tiene perdón ni excusa. Dar vida a un maltratador nunca la tiene.


Anastasia ©

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